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Autores/as: Platón
En este artículo me propongo mostrar que lo que Sócrates hace con Fedro a lo largo de toda la obra no es otra cosa que utilizar la auténtica retórica (con su doble carga, dialéctica y psicológica) que es descrita en la segunda parte del diálogo. Las tensiones, rivalidades y celos de la situación inicial entre ellos expone un perfil representativo de relaciones entre interlocutores con perspectivas intelectuales opuestas. Es preciso disolver la resistencia emocional por medio de una serie de pasos graduales, estratégicos, y ‘engañosos’ (no se puede develar el propio juego desde el principio). Hay que partir de acuerdos, siquiera parciales, para continuar dialogando. Sin embargo, Sócrates también introduce nociones nuevas acerca del amor, pero éstas pasan desapercibidas a un Fedro obsesionado con la imitación de su enamorado Lisias. Hasta que Sócrates decide cortar el juego y cruzar el río. Este corte provoca un giro en ambos personajes: Fedro se dispone a escuchar lo que Sócrates quiere contarle (el mito del carro alado) y Sócrates se revela ante sí mismo como un personaje capaz de ‘encantar’ a Fedro con la belleza rapsódica del relato y superar su propio temor de convertirse en una bestia devoradora. Al final Sócrates muestra su juego a Fedro y le enseña cómo ha sido posible llegar a un auténtico diálogo filosófico, donde pueda tener lugar la enseñanza y el aprendizaje recíprocos.