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Autores/as: Emilia Pardo Bazán
Llamaban de apodo a la mendiga a quien, por cierto, se le conocía muy bien que había tenido otra posición en otros días la Urraca. Era debido el sobrenombre a que la buena mujer se traía para casa toda especie de objetos que encontraba en la calle. Como las urracas ladronas, cogía lo que veía al alcance de sus uñas, sin más fin que ocultarlo en su nido. La Urraca cuyo nombre verdadero era Rosariono hubiera tomado de un cajón un céntimo; pertenecía a la innumerable hueste de descuideros de Madrid que juzga suyo cuanto cae a la vía pública.