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Autores/as: Miguel de Unamuno
Cuando le tocaba en las entrañas el espectáculo de alguna repugnante miseria callejera, consolábase imaginando que no era el dolor de que era testigo tan grande como parecía, porque, embotado el paciente por su penuria y endurecido merced a los rigores de la suerte, saturaríase pronto de dolor, quedándole pocas más afinidades libres para éste. Y pensaba, además, don Eleuterio que muchas quejas eran, cuando no comedia y fingimiento, puros fenómenos reflejos, a los que no acompañaba estado de conciencia adecuado a ellos.